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Realidad del sector microempresarial

Actualizado: 26 ago 2021

Por: Brenda Silupú Garcés - Directora de la CMAC Paita.

 

En el Perú, el 95.9% del sector empresarial formal está conformado por microempresas que presentan características particulares que influyen en su desempeño y productividad. Este comportamiento no es ajeno a la realidad de las microempresas en América Latina, en la que representan el 88% de las unidades formales, generan el 27% del empleo y contribuyen con el 3.2% del producto bruto interno (PBI), de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en el 2019.


Se estima que la productividad de la microempresa es de sólo 6% en Latinoamérica a diferencia de las microempresas de países europeos, cuya productividad asciende al 42%. Esta disparidad productiva genera brechas salariales, escasos niveles de reinversión, pocos incentivos en el uso de herramientas tecnológicas e innovación, limitando su transformación productiva.


En nuestro país se identificaron dos características de este sector microempresarial, la informalidad y la falta de estrategias en la gestión empresarial. Actualmente, la tasa de informalidad sobrepasa el 75% del sector empresarial y somos la segunda economía que presenta las mayores tasas en América Latina después de Bolivia.


Al hablar de informalidad nos referimos a aquellas empresas que no se encuentran registradas ante las autoridades gubernamentales; sin embargo, lograr la formalización es un proceso complejo que incluye cumplir con todos los requisitos exigidos (tributaria, laboral y municipal).


Hay microempresas que iniciaron el proceso de formalización con el registro de sus ingresos para el pago de impuestos, pero no es suficiente para considerarse formales porque no tienen registrado a sus trabajadores o no cumplen con la normativa vigente para que puedan operar. Es por ello, que actualmente se habla de niveles de informalidad y se clasifica en alta, media o baja.


Los factores que influyen en la decisión del microempresario de permanecer operando con algún nivel de informalidad son diversos, por ejemplo, podemos mencionar la burocracia y corrupción que los conduce a una falta de confianza en las instituciones públicas (perdida de legitimidad del Estado) y que trae como consecuencia que los empresarios no paguen sus impuestos.


La literatura considera que la conducta informal de los empresarios se explica también por factores del contexto en el que se desarrolla el negocio; así, la localización, el sector al que pertenece, las relaciones sociales entre amigos, familiares, clientes y proveedores, todos ellos lo conducen a buscar legitimidad (ser aceptados por la sociedad) en vez de buscar legalidad. Lo anterior explica porque el microempresario identifica la informalidad como un estilo de vida que se adapta a su realidad; sin embargo, limita su crecimiento y desarrollo.


La segunda característica del microempresario es la falta de estrategias de gestión empresarial que le permita tomar decisiones. Las actividades operativas que realizan en el día a día los consume y no les permite diseñar planes operativos dirigidos a una planificación más allá del corto plazo.


Se encontró evidencia en nuestro país que las prácticas de negocios son escasas en microempresas. De acuerdo con la literatura hay cuatro tipos de prácticas de negocios, determinados por Mckenzie (2017).


La primera hace referencia a las prácticas de marketing y determina que la microempresa debe realizar un análisis de sus competidores, mejorar la relación con sus proveedores y la atención al cliente, y promocionar sus productos.


El segundo tipo de prácticas está relacionado con la administración de los inventarios y la gestión adecuada de las compras de mercaderías. La tercera, hace referencia al registro y cuantificación de los costos de cada uno de los productos que ofrece la empresa; y el último grupo de prácticas está relacionado con la planificación financiera.


Los resultados del estudio muestran que las practicas menos utilizadas por los microempresarios son el de registro de sus ingresos y egresos, la cuantificación de sus costos y la administración adecuada de sus inventarios, todo esto dificulta la toma decisiones y la mejora de su productividad.


A estas cuatro prácticas, en las condiciones actuales, se agregaría las sanitarias, que incluye la aplicación de los protocolos de bioseguridad para la atención a los clientes y manipulación de los productos, para evitar contagios de la COVID-19.


Liquidez del negocio


La gestión empresarial en tiempo de crisis no es la misma en condiciones normales, ahora se hace necesario administrar la liquidez del negocio para cumplir con sus compromisos de corto plazo, dirigidos en cubrir el costo de ventas y los gastos operativos de la empresa. Es necesario que las microempresas puedan implementar el uso del presupuesto de tesorería o flujo de caja, como herramienta financiera que les permite administrar los ingresos y gastos del negocio.

Deben evaluar la liquidez disponible para la compra de mercaderías que sea de rápida rotación para volver a reinvertir el dinero y buscar una alternativa de financiamiento, para cubrir los faltantes de dinero, que pueden tener en el corto plazo.


Otro aspecto es el análisis de la posibilidad de acceder a financiamientos que ofrecen periodos de gracia, examinando los costos implícitos. Los tiempos no son los mismos. Es necesario que el microempresario rediseñe su negocio y la gestión empresarial, porque ahora debe tener una visión más estratégica.


A pesar de ser una realidad, las microempresas formales, informales o semi informales son las que generan empleo y contribuyen en la reactivación de la economía. Por ello, se hace necesario fomentar el dinamismo del sector microempresarial. Apoyemos al sector emprendedor teniendo en cuenta el contexto en donde se desarrollan.

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